Zona Zero ¿Me too?

2 Abril 2019

Zona Zero
¿Me too? 


Por: Hervey Torres Fonseca.

La mañana de ayer, nos despertamos con la triste noticia de la muerte del escritor y músico mexicano, Armando Vega Gil, quien con una amplia trayectoria en el medio, fue además fundador de la banda de rock "Botellita de Jerez".

Armando escribía cuentos, novelas, poesía, tomaba fotografías, impartía talleres literarios, participaba activamente en acciones para generar recursos que pudieran ayudar a niños sin posibilidades y era padre de un pequeño que ha quedado huérfano. 

A través de una denuncia anónima en la cuenta de Twitter @metoomusicamx, una presunta víctima, acusó al artista de haberle enviado textos con claras insinuaciones de carácter sexual, cuando esta tenía 13 años de edad. Las respuestas en redes sociales no se hicieron esperar, y el inclemente y despiadado linchamiento por parte de ese sector de usarios que son "expertos" en política, en jurisprudencia, en medicina, en psicología, en neurología, en sociología, en criminología... dio inicio de manera inmediata.

Horas después, en una carta publicada por el propio Vega Gil, negó categóricamente las acusaciones, y advirtió de su intención de quitarse la vida. 

No es un secreto que un amplio sector de la población femenina sufre de peligrosos abusos por parte de su contraparte masculina, los cuales evidentemente deberían ser denunciados y castigados, pero también es  cierto que las denuncias anónimas y el "poder" que otorgan las redes en el siglo XXI, es igualmente peligroso.

Bajo esta premisa, cualquier mujer con ánimos de revancha, puede crear una acusación en redes, y perjudicar seriamente el entorno del varón señalado. Esto, desvirtúa totalmente la intención del movimiento #metoo, que no inició bajo el auspicio de lo incógnito, sino que tuvo rostro, nombre y apellido. 

Por eso, el tema medular, no debe desviarse: quien cometa un crimen, debe ser castigado con toda la fuerza de la ley, y si la ley no funciona y las autoridades hacen caso omiso, los señalamientos mediáticos, pueden ser una buena medida de presión, siempre y cuando, los hechos puedan ser comprobados, y principalmente, cuando las denuncias no se hagan tras el anonimato de una pantalla.

Si las mujeres empáticas con las acusadoras (aún sin conocerlas y por mera solidaridad de género) utilizan el hashtag #yotecreo, yo también creo en la inocencia de Armando Vega Gil, a quien tuve la oportunidad de tratar, y con quien conviví en un par de ocasiones.

Hoy, el ciber acoso y el ciber bullying, tristemente han cobrado una vida más, y como dice Leiva en uno de los temas de su nuevo disco: Hoy nadie te va a perdonar, ni los tuyos ni los hatters, hueles el impacto, bienvenidos a la era digital. Armando lo vio venir, y decidió a la usanza de los antiguos románticos, quitarse la vida colgándose de un árbol con un alambre. 

Sirva entonces la  muerte del también bajista, para reflexionar sobre la deshumanizada "zoociedad moderna",  (como la llamó Mafalda alguna vez) en la que vivimos, y en la que millones, se sienten con una especie de derecho divino -cual si fuesen integrantes de la "santa" inquisición - para juzgar, lastimar u ofender a un semejante, sin el menor empacho. 

Que suene en el cielo el ukulele loco, el bajo poderoso, y que desde allá, siga generando anécdotas para que en su momento, podamos leer más aventuras de aquel maravilloso diario íntimo de un guacarocker...

Hasta siempre, Armando Vega Gil y salúdanos al Santo.