Las caducas oficinas de Tránsito y Vialidad
26 Agosto 2016
Las
caducas oficinas de Tránsito y Vialidad
La
Opinión de Baldemar Mijangos
TAMPICO.-
Apolilladas, derruidas y completamente corruptas, las oficinas de Tránsito y
Vialidad de las ciudades de Tampico, Ciudad Madero y Altamira fueron nuevamente
el ‘talón de Aquiles’ de los gobiernos de referencia, pues poco o nada hicieron
para cambiarlas para bien.
Dio
también la impresión la autoridad estatal de no importarles para nada lo que
ahí ocurría o se engendraba: oficinas sin dirección ni gobierno son la verdadera
bomba de tiempo para el gobierno entrante, pues el que se va prefiere comer
frijoles.
La
operación deberá ser profunda y sin contemplaciones. Se dijo hasta el cansancio
que sus elementos debían ser valorados, evaluados, certificados, pero resultó
una vacilada para el respetable.
Sólo
fueron intervenidas las referidas oficinas de Tránsito cuando algunos elementos
intentaron o lo hicieron quizá ‘morder’ a los de ‘casa’, aunque eran de la
misma ‘casa policial’ pero de otro estado del país, en el momento de una cumbre
de procuradores, ya nada más se hizo.
El
gobierno entrante deberá por tanto desaparecer las corporaciones de vialidad
para conformarla con nuevos elementos que jamás hayan pertenecido a ninguna
otra corporación policial, naval y militar.
Salvado
este detalle, ordenarlas a un mando único y controlarlas desde dentro y fuera
para evitar que se conviertan en las eternas oficinas de primer lugar en
corrupción en detrimento de la sociedad.
Si
realmente queremos que el estado de cosas en seguridad cambie, entonces lo
menos que debemos esperar es que las autoridades de la SEDENA, Marina o
Secretaría de Seguridad Pública del Estado entreguen un plan profundo de
depuración en las oficinas de marras, sepultando de una vez por todas la mala
imagen de sus elementos, por decir un eufemismo.
No bastó con ‘cambiar’ a los jefes civiles por unos de gorra verde olivo, ya basta de jugarle a los ‘sabelotodos’ maquillando supuestas estrategias de seguridad infladas, eso sí, con buenas intenciones, alto ya a la guerra de papel, cuando sabemos que el enfermo muerto está.