El malévolo hombre a caballo
5 Abril 2017
Sección: Historias de Ultratumba de Tampico
El malévolo hombre a caballo
Por Vanessa Gutiérrez/Ordenador
Los seis hombres que estaban de guardia en el polvorín militar quedaron helados, mudos, acalambrados, mientras veían en medio de la espesa bruma a ese ser malévolo pasar frente a ellos en su negro caballo.
Muchos creen que la zona de Tampico y Ciudad Madero es como hoy la vemos, con grandes avenidas y amplios bulevares, con poca vegetación, y espaciosos jardines; sin embargo, vale comentar que hace relativamente poco tiempo había mucha vegetación y era imposible pasar de Tampico a la playa o ver siquiera casas en lo que hoy conocemos como la colonia Unidad Nacional.
Estos hechos reales me los contó un viejo amigo llamado Ricardo que estaba en la milicia hace muchos años, pues desde muy joven su padre y abuelo habían formado parte de dicho cuerpo armado. Ser centinela es conocer de noche la ciudad, con la bruma invadiendo todo espacio al grado que no se puede ver dos o tres metros delante de uno.
Estaba su abuelo de guardia en el polvorín militar justamente en el sector que hoy se llama colonia Delfino Reséndiz mejor conocido como 'El Polvorín', un sitio militar como guarnición donde se resguardaban cartuchos, bombas y barriles de pólvora. Se trataba desde luego de un área estratégica donde nadie sin permiso podía ingresar. De hecho contaba con una conexión del Ferrocarril Central Mexicano.
Esa noche la bruma invadía todo el campo, un frío helado menudeaba el sector, los centinelas calentaban café en sus ollas, dos mecheros a una distancia de 20 metros iluminaban un difícil camino de ese punto que iba a la playa y de ahí también al sur rumbo al sector de Tampico. Extrañamente un silencio se apoderó del sitio. Las luciérnagas apagaron sus luces como temerosas de ser divisadas. No hubo ruido alguno de búhos o reptiles arrastrándose. Eso llamó la atención a los vigilantes nocturnos. Empuñaron sus rifles y se acomodaron en posición de ataque. No estaban preparados para ser ellos testigos de lo que verían a continuación.
Entre el follaje tupido vieron una sombra que se les aproximaba. Un caballo negro hizo más clara su presencia por el ruido de sus cuatro patas al golpear el terreno accidentado. Montado estaba un hombre completamente vestido de negro. Una capa negra y un sombrero de ala ancha también negro coronaban su efigie, no tenía rostro, sus ojos apenas se percibían, vidriosos, sin movimiento. Quedaron petrificados. Nada hicieron. Sólo el soldado más viejo de unos 60 años atinó a rezar el Padre Nuestro e hizo la cruz poniéndosela en la frente.
La piel se les erizó. El ser siniestro montado a caballo les pasó a unos 10 metros. Jamás supieron explicar la presencia de tan oscuro ente. En la mañana nada dijeron a sus jefes, ese hecho no apareció en el parte militar de novedades. Pero estaban ciertos de que "algo" era. Nunca más salió a relucir en sus convivencias la escabrosa experiencia. Aunque muy adentro de sus pensamientos estaba la idea firme de que se trataba del mismísimo Satán, y esa idea la tuvieron hasta la muerte.